MUERTE DE UN NADADOR
Un nadador muere solo; líquido del último sonido que hace
eco en su mente. Blando, derramado en los brazos de los hermosos, carroñeros que lo pescan, trabajados.
Los ojos detenidos ya no dejarán pasar los hilos de la luz
al torrente de su sangre carbónica.
Pecio triste y fascinado, anónimo, como la rama de la
casuarina que cae y desordena el agua.
Ocurrirá de noche, como muchas de esas cosas fundamentales
que carecen de importancia.
Solo y de noche, con su maya de elastano resaltando aún un
sexo antes alerta a los perfumes que las hembras dejaban en las cortezas al
frotarse .
Muerto, nada en la memoria, ninguna orden de brazada,
eléctrica, nada de no tragar agua por la boca. Igual que una lata de duraznos
La Gioconda derivando por el arroyo, nadie.
Vendrán o no vendrán quienes quieran saber algo más acerca
de ese agujero practicado en su costado derecho, dormeur du val, tatuado.